¿Ha experimentado alguna vez el enoturismo? También llamado enoturismo, enoturismo o vititurismo, este turismo de interés especial consiste en viajar con el objetivo de participar en actividades en torno al vino. Por ejemplo, ir a un festival del vino, visitar un viñedo o asistir a un taller de maridaje. Últimamente, el turismo enológico ecosostenible es cada vez más popular.
Conocer mejor el mundo del vino
El vino, un producto que destila lujo y delicadeza, y a la vez es tan sencillo y auténtico. Desde hace miles de años, el consumo de vino es una rutina habitual en muchos hogares, especialmente en las regiones vinícolas tradicionales. Al igual que el propio vino, la industria no hace más que mejorar con los años. Cada vez son más los viticultores que abren sus viñedos e instalaciones al público para vivir una experiencia entre bastidores. Además, las bodegas que producen vinos ecológicos, biodinámicos y naturales se han hecho un hueco en el mercado, creando un cruce entre tradición e innovación.
Aunque la tradición de la viticultura se remonta a muchos miles de años, su promoción como producto turístico no comenzó hasta hace unas décadas. Debido a diversos factores, como la ubicación, el clima y las prácticas agrícolas, ningún viñedo es igual. Cada territorio recibe diferentes influencias que, unidas a un patrimonio regional intangible y a las técnicas de elaboración individuales, hacen que cada vino sea único. Esto se relaciona con lo que los franceses llaman “terroir”. Beber vino en un restaurante de lujo está muy bien, pero ir a sus orígenes, respirar el aire, tocar la tierra, entender las prácticas agrícolas específicas y asimilar la atmósfera que da al vino su carácter, eso es lo que realmente atrae a los amantes del vino.
Los orígenes del enoturismo
En 1976, el comerciante de vinos británico Steven Spurrier, organizó una gran cata de vinos en París, llamada informalmente “El Juicio de París”. En aquella ocasión, los jueces franceses realizaron dos series de pruebas a ciegas: una para los Chardonnay y otra para los vinos tintos, entre los que se encontraban los Burdeos y los Cabernet Sauvignon californianos. En general, Francia tiene la reputación de ser el primer productor mundial de vinos. Sorprendentemente, fue un vino californiano el que se impuso en ambas categorías. Este reconocimiento internacional dio un gran impulso al Valle de Napa, donde se elaboraba el vino. La zona se convirtió entonces en la región vinícola de California y en un centro de innovación. También se convirtió en un popular destino enoturístico, ya que los viñedos locales empezaron a promover actividades como visitas, talleres, espectáculos, estancias en granjas y experiencias de cata.
Siguiendo el modelo de Napa Valley, los viticultores de todo el mundo empezaron a promocionar sus bodegas de forma similar, por ejemplo en Cataluña (España). Dado que España era famosa por su turismo de sol y playa, esta alternativa fue un cambio bienvenido, ya que añadía un enriquecimiento cultural y gastronómico a unas vacaciones ya de por sí exitosas. De hecho, el enoturismo reúne todos los elementos de unas vacaciones completas en uno. Visitar un viñedo puede ser emocionante, relajante, educativo y sorprendente al mismo tiempo. Desde la recogida de las uvas en un paisaje pictórico hasta el aplastamiento manual de las mismas en una barrica, la viticultura es fascinante y divertida.
Además de ser educativa y placentera, el enoturismo es también relajante y saludable. Los viñedos tradicionales pueden tener esa atmósfera nostálgica y romántica. Te hace retroceder en el tiempo a la vida auténtica y sencilla, aunque trabajadora, de los antiguos viticultores. Es una experiencia emergente que invoca todos nuestros sentidos, lo que la hace más notable e inolvidable. ¿Quién no querría pasar sus vacaciones en una pintoresca granja en un entorno rural, donde se puede conocer un patrimonio único y participar en una artesanía centenaria?