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camino de Finisterre

Post n°13 pubblicato il 11 Giugno 2013 da karlotti
 

http://coscorronderazon.blogspot.com.es/2009/03/alejandro-finisterre-inventor-del.html

VI A LOS NIÑOS SIN PIERNAS E INVENTE EL FUTBOLIN

 

“Vi a los niños cojos...e inventé el futbolín”

Tengo 85 años. Nací en Finisterre, en Galicia. Hubiera querido ser

arquitecto, pero he sido editor y escribo versos... En 1937, en

Montserrat, inventé el futbolín. Estoy casado con María Herrero,

cantante de ópera.Tuve un hijo, Alejandro, que murió. Soy cristiano.

 

Soy idealista práctico: ¡conseguiremos un día no tener gobiernos!

Poético apellido: Finisterre.

–En Finisterre, fin de la tierra, principió mi vida. Por eso lo

adopté como pseudónimo. Mis apellidos son Campos Ramírez.

–¿Y querría acabar su vida allí? –“Cuando vaya a dar a luz, echadme a la

mar: quiero dar a luz estrellas de mar. Soy de Finisterre, soy marino, echadme a la mar en

submarino de pino de Finisterre (sin pintar),

¡echadme a la mar!”.

–Anotado queda. ¿Es suyo el poema?

–Sí. He ido escribiendo algunos versos...

–Bueno, es usted un poeta respetado...

–Yo hubiese querido ser arquitecto..., pero no fue posible. Sí fui albañil, eso sí.

–¿Albañil?

–Tuve que ganarme la vida cuando mi padre me abandonó en Madrid, a los 15 años...

–¿Y por qué le abandonó su padre?

–Yo era el mayor de diez hijos. Me llevó interno a un colegio de Madrid, se arruinó... y todos se fueron de Galicia a Canarias.

–¿Sin recogerle a usted de Madrid?

–Eso. Y como mi padre no podía pagar mi colegio, decidí: “Escribiré un drama teatral, lo estrenaré y con eso arreglaré mi vida”.

–¿Lo escribió?

–Se titulaba Helena, un dramón terrible...

Pero no se estrenó... ¡En el Madrid de entonces todos teníamos ese mismo plan...! Trabajé como albañil en una obra y, en los descansos, escribía. El maestro de obras me vio escribir y me invitó a cenar a su casa para presentarme a su hijo, “que es poeta”, dijo.

–¿Y era así? ¿Se hicieron ustedes amigos?

–Sí. Se llamaba Rafael Sánchez Ortega.

Decidimos hacer juntos una revista de poesía, pero entonces hubo una huelga y su padre quedó en paro, y yo también. Era 1935.

–¿Cómo se las apañó usted?

–Vendiendo versos por los cafés. Entonces topé con un célebre sablista, Pedro Luis de Gálvez, que me propuso un negocio.

–¿Un célebre sablista, dice?

–Sí. Llegó a alquilar un bebé muerto, lo metió en una caja de zapatos y paseaba por los cafés, lloroso: “Mi hijo, no tengo ni para enterrarle...”, y así le iban dando dinero...

–Menuda pieza...

–Gálvez me dijo que tenía las direcciones de varios escritores famosos a los que podría visitar con mis poemas. Si me daban algo, lo repartiríamos. Me dio la señas de Wenceslao Fernández Flores, ¡y aceptó recibirme!

–¿Y funcionó el negocio?

–Conversamos sobre escritores gallegos y hasta resultó que de niño él había estudiado en un colegio de un tío mío. Se quedó mis versos y me dio un sobre ¡con 200 pesetas!

–¿Le dio usted su parte a Gálvez?

–Sí: al ir a su encuentro pasé ante una imprenta que pedía aprendiz. Era de un impresor de la UGT ¡y gallego! Y me empleó.

–Veo que funcionaba la mafia gallega...

–Yo estaba exultante: ya tenía trabajo y los domingos ganaba dinero visitando a escritores con mis poemas. Y con ese capital fundamos nuestra revista de poesía en 1936.

–Con su amigo Rafael Sánchez Ortega.

–Sí. Habíamos fundado la Asociación Internacional de Idealistas Prácticos y a nuestra revista la llamamos Paso a la juventud.

–¿Idealistas prácticos?

–Un anarquismo idealista, pacifista. ¡Hace poco oí a una líder de los verdes alemanes decir que eran “idealistas pragmáticos”...!

–¡Se adelantaron ustedes medio siglo!

–¡Sí! Sólo pudimos sacar cuatro números de nuestra revista: la guerra la interrumpió.

–¿Y qué hizo usted durante la guerra?

–Poesía. Llegó a Madrid León Felipe, le montamos un recital poético, simpatizó con nosotros... Pero un día cayó una bomba en casa y quedé sepultado entre los escombros.

–¿Quedó muy malherido?

–Sí: cojo y con problemas respiratorios. Me evacuaron a Barcelona, a la colonia Rius, en Montserrat. Allí iban llegando refugiados de guerra, mujeres y muchos niños heridos: un amigo y yo les organizamos una escuela.

–Siempre activismo cultural...

–¡Allí inventé el futbolín! Era el año 1937.

–Cuénteme cómo fue eso del futbolín.

–Me gustaba el fútbol, pero yo estaba cojo y no podía jugar... Y, sobre todo, me dolía ver a aquellos niños cojitos, tan tristes porque no podían jugar al balón con los otros niños... Y pensé: “Si existe el tenis de mesa, ¡también puede existir el fútbol de mesa!”.

–Buena idea, desde luego.

–Conseguí unas barras de acero y un carpintero vasco refugiado allí, Javier Altuna,

me torneó los muñecos en madera de boj...

–Que es muy dura...

–Sí. La caja de la mesa la hizo con madera de pino, creo, y la pelota con buen corcho catalán, aglomerado. Eso permitía buen control de la bola, detenerla, imprimir efectos...

–Inventó el juego... ¡y la forma de jugar!

–Jugué bien, sí... Pero aquellos niños cojitos... ¡Ellos sí se convirtieron en virtuosos!

–¿Qué fue de su vida al acabar la guerra?

–Me exilié en París, Guatemala (allí fabriqué futbolines), México... Escribía poesía y ya volví a España en 1975 como editor.

–También en el futbolín hay poesía.

–“Quise jugar con la luna al fútbol, darle un cabezazo y meterle un gol al sol... Y, al fin, hoy ya no puedo ni jugar al futbolín”.

–Pues yo le veo a usted la mar de bien...

–No me quejo, porque yo me creo parte de la creación ¡y la creación es inmortal!

–¿Y qué aporta la poesía a la creación?

–Dijo Cocteau: “La poesía es necesaria. No sé para qué, pero es necesaria”. Porque anhelamos mejorar lo que nos encontramos.

–Y a menudo lo empeoramos...

 

–Pero yo creo en el progreso: hay un impulso humano hacia la felicidad, la paz, la justicia y el amor, ¡y ese mundo un día llegará!

VICTOR-M. AMELA

 
 
 

EN EL CORAZÓN, Y JUGANDO UNA PARTIDA

Post n°12 pubblicato il 11 Giugno 2013 da karlotti
 

 

http://www.galiciaunica.es/gente/?page_id=1173

   Mira tú si tendrá importancia el futbolín, que Alejandro Finisterre, -que tomara apellido del faro del fin del mundo, el que iluminó su nacimiento-, fue más conocido por este invento suyo que por su larga trayectoria literaria.

     Este escritor gallego y republicano –albacea de León Felipe- fallecía en los albores de febrero,  en la noche fría del frío invierno zamorano del 2007.

     Y fueron pocos, entonces, los que se acordaron de Alejandro Campos Ramírez,  fisterrán e intelectual, poseedor de un corazón de oro tan enorme como los atardeceres que aún hoy asombran a los peregrinos,que acuden a Fisterra en busca de la casa donde se acuesta el sol, como hace dos mil años maravillaron a las legiones de Roma.

      El futbolín nació de la genial creación de Finisterrepara que los niños ingresados en los hospitales durante la guerra civil, pudieran también jugar al futbol Alejandro permanecía entonces herido de guerra en el hospital militar de Monserrat, en Barcelona.

     Luego, su vida transcurrió en el exilio, entre Francia y América.

     Pero si hoy viviera, a Alejandro Finisterre le hubiera gustado saber que hay jóvenes gallegos campeones del mundo, en esto de jugar al futbolín 

 

 

 

 

 

 
 
 

HACIA FINISTERRE

Post n°11 pubblicato il 11 Giugno 2013 da karlotti
 

Reportaje al poeta, inventor y editor Alejandro Finisterre (1919-2007) realizado en el programa Saló de lectura en la temporada 2003-2004. Finisterre fue el inventor del futbolín tal y como lo conocemos hoy en día.


 
 
 

ALEJANDRO FINISTERRE O LA MEMORIA DE LAS ORILLAS

Post n°10 pubblicato il 12 Marzo 2012 da karlotti
 

Alejandro Finisterre in memoriam.

Acaba de morir a los ochenta y ocho años de edad, ALEJANDRO CAMPOS RAMIREZ, conocido por todos como ALEJANDRO FINISTERRE, por haber nacido "na COSTA DA MORTE".Murió sin hacer ruido, con la misma humildad que había vivido. Muere con él, quizá el ultimo epígono de la generación del 27, y el ultimo testigo de aquel exilio mexicano de nuestros compatriotas y escritores.
Su muerte rescata del olvido a un hombre que atravesó el siglo veinte de la mano de los perdedores, de los exiliados, sin que se le agriara el alma en ningún momento.
mantienen Su importancia el el panorama de nuestra historia del siglo XX, es enorme. En primer lugar por haber editado en Méjico las obras de Americo Castro, en su pequeña gran editorial FINISTERRE, en segundo lugar, porque gracias a el podemos conservar la herencia cultural de LEON FELIPE, que lo nombra su albacea universal, obra constituida por todos los manuscritos de sus obras, editadas e inéditas, así como correspondencia y los mas diversos materiales ligados a la vida del poeta. Esto le supuso a Alejandro Finisterre hipotecar parte de su vida a defender tan importante patrimonio, contra la miopía de poderes institucionales que a día de hoy todavía una gran ignorancia y abandono sobre la obra de Leon Felipe. Asimismo es depositario de buena parte de la obra de Juan Larrea. un autor que está pidiendo a gritos su rehabilitación en la historia de nuestra literatura.
Tampoco es cuestion menor que estemos delante del inventor del futbolin.
retazos de su vida.Entre otras cosas nos al A raiz de haber sido invitado por el Pen Club gallego, en el mes de diciembre, tuvimos la ocasión única de compartir con él y Horacio Acevedo, mesa, mantel y sobremesa, compartir la exquisitas lucidez con la que nos contó cómo y por qué inventó el futbolín.Convaleciente en un hospital de Cataluña en el año 36, y ante los primeros niños mutilados de la guerra que no podían acudir al patio a jugar al fútbol, él decide llevar el fútbol a sus habitaciones.Nunca sacó un duro de todo estos inventos y ello siempre le hizo tener una hermosa sonrisa solidaria y generosa.Aquella sobremesa nos sirvió además para concretar con él un pequeño homenaje a su obra poética en el proyecto AGUAZERO.
Alejandro, desacansa en paz.

EL AMIGO CONFIRMA

LA ARMONIA DEL HOMBRE
CON LAS MANOS LLENAS
YA LIGERO,
AHI VA
SIGUIENDO AL ANIMAL TRANQUILO
QUE LE LAME,
COMO A MI SU MUERTE:
CURADA LA HERIDA,
LA PIEDAD DE LA GENEROSA LUZ


Las paradojas del futbolín
Un autor italiano prepara una novela gráfica sobre el gallego que inventó el juego
XOSÉ MANUEL PEREIRO A Coruña 17 ENE 2012
Alejandro Campos nació en 1919 en Fisterra, se crió en A Coruña. Tuvo una vida aventurera que empezó como bailarín de claqué en el elenco de Celia Gámez y, herido de guerra (de Guerra Civil), continuó como exiliado en Guatemala, editor en México y retornado a la España democrática como albacea de León Felipe. Murió en Zamora en 2007, llamándose Alejandro Finisterre y siendo conocido, sobre todo, por haber sido el creador de la actual versión del futbolín. Alessio Spataro nació en Catania, la segunda ciudad de Sicilia, en 1977 y es conocido por ser uno de los más incisivos dibujantes de Italia, un país donde no escasean ni los dibujantes mordaces ni la inspiración para serlo. Esos dos mundos personales que no compartieron ni el mismo espacio ni la misma época, coincidirán en Biliardino, tal y como se titulará la próxima novela gráfica de Spataro, basada en la vida de Finisterre y en la suya propia.

Alessio Spataro reconoce en las entrevistas ser un apasionado del futbolín, y ahora afirma, por correo electrónico, que no conocía a su inventor hasta que leyó las informaciones sobre su muerte. "La idea nació de mi pasión por este juego y de las contradicciones de la vida misma de Finisterre, comparada con mi historia personal. A mí, que tengo una vida sustancialmente privilegiada, con pequeñas dificultades banales, con un trabajo satisfactorio, no podía no fascinarme una historia como la de Finisterre, tan difícil, y trágica. Yo nací y crecí en Catania, pero aprendí a jugar al futbolín en casa de mis abuelos en Nicosia, en el interior de Sicilia, que para mí simboliza mis raíces. Alejandro venía, en cambio, de Fisterra, que evoca todo el opuesto: el fin de la tierra, el horizonte, la fuga hacia otros lugares".

El dibujante, ahora residente en Roma, recopiló en internet todo lo que pudo sobre Alejandro Finisterre, hasta que se puso en contacto con gente que lo conoció, como el músico y escritor Xurxo Souto, o el mallorquín Bep Moll de La Fuente, director del documental Tras el futbolín (2005).

"Me ayudaron mucho, aunque todavía quedan algunos puntos obscuros", afirma Spataro. "Existe una autobiografía suya, pero quedó en los archivos de una editorial. Intenté contactar con su viuda, María Herrero, pero no lo logré y por eso tampoco pude pedirle verificar algunos datos sobre su vuelta a España, a finales de los setenta". Pese a no dar por acabado el arduo trabajo de documentación, ha finalizado el guión y algunas de las 300 planchas a bicromía (azul y roja) que compondrán la novela gráfica, que espera ver editada en 2013.

Para Spataro, también el juego es un símbolo de contradicciones. Coexisten una rígida reglamentación oficial internacional con su práctica más bien libre, "y realmente todos pueden jugar al futbolín: tanto uno como yo, que sigue haciéndose siempre derrotar en torneos y en locales nocturnos, como Finisterre que, según él mismo contó, solo perdió unos partidos en Guatemala, en 1953, contra Hilda Gadea, la primera mujer de Ernesto Guevara".

El invento ha recibido una amplia gama de denominaciones, según destaca también Spataro. "En Italia, como en España y en Austria, el futbolín tiene muchos nombres regionales. En Sicilia lo conocí comocalcetto [diminutivo de calcio, que es la traducción italiana del fútbol]. El título quedará probablemente Biliardino, que es uno de los dos nombres italianos para este juego, con el más oficial calcio balilla, que rechazo por ridículo y restrictivo: ya antes de ser una categoría en la que se encuadraba la infancia en el fascismo", explica Spataro, "en un dialecto significa pequeño, y definir el futbolín como fútbol para niños es risible".

Y lo que también parece una contradicción es el proyecto mismo deBiliardino en comparación con el resto de la obra de Spataro, que además de otra novela gráfica, Zona del Silenzio (Minimum Fax, 2006), ha realizado biografías, pero no precisamente autorizadas como Papa Nazingher (Purple Press, 2008) o Berluscoiti (Castelvecchi, 2009). Sus dos últimos álbumes, La Ministronza y La Ministronza 2 -en el mejor de los casos, algo así como "La Giliministra"- (Ed. Grrrzetic, 2009 y 2010), están dedicados a Georgia Meloni, la ministra más joven -y más locuaz- de Silvio Berlusconi, en un tono algo más que irónico y que provocó una considerable polémica, incluso en ambientes de izquierdas.

"Seguro que será distinto de libros anteriores", anticipa sobre el de Finisterre y el futbolín, "pero todavía no estoy cansado de decir lo que opino sobre los personajes más babosos de mi país. Y más allá de lo que son y lo que hacen, me asquea más el apoyo que les dan políticos que deberían combatirlos y que, en cambio, los legitiman".

 

 
 
 

ALEJANDRO FINISTERRE EN EL CORAZÓN DE LAS ORILLAS

Post n°9 pubblicato il 12 Marzo 2012 da karlotti
 
Foto di karlotti

FINISTERRE, LAS DERROTAS DE LA LUZ

Por primera vez de nuevo
la muerte del que te precede
es un arbo
encendido
que corre hacia el claro de luna

Andarnos por las ramas
es el tributo de los aun vivos

Las Raices son cosa vuestra
miestras nosotros somos un arbol
ardiendo
entre la palabra
y tu silencio
ese bosque magnifico
para poder andar por las ramas
sin caer en vuelos
ni piedras.
BREVE HISTORIA DEL INVENTOR DEL FUTBOLÍN
La patente perdida de Alejandro Finisterre
JAVIER DE FRUTOS
Jueves 2 de abril de 2009. Número 99
Poeta, editor, albacea literario de León Felipe, ácrata resistente a las etiquetas, gallego en permanente exilio y ‘desexiliado’ finalmente en Zamora, donde falleció en 2007 con 87 años, Alejandro Finisterre ha pasado a la historia, sin embargo, como el inventor del futbolín.
REALIDAD Y LEYENDA. Finisterre no sólo inventó el futbolín, sino la historia que lo atestigua. / Daniel Sancho

No se cumple ningún aniversario digno de mención que justifique glosar la figura de Alejandro Finisterre, motivo suficiente para recordar su historia.

Alejandro Finisterre (Finisterre, 1919 - Zamora, 2007) inventó el futbolín, que ya estaba inventado, y contó su peripecia a quien quiso escucharla. “Conseguí la inmortalidad a los diecisiete años. Este pequeño juguete, que igual entra en los cuarteles que en las cárceles que en los mejores barrios de todo el mundo, es mi pequeña contribución a la humanidad, la huella de que Alejandro Finisterre estuvo aquí, de que estuve vivo. Y ya estoy mentando mucho la soga en casa del ahorcado, que todavía me queda obra por delante”, le resumió al escritor Manuel Ruiz Torres en 2003. La historia que contó Finisterre arranca en Madrid en 1936, cuando una bomba nazi –le gustaba puntualizar– lo sepultó entre cascotes. Lo llevaron a Valencia y más tarde al hospital de la Colonia Puig de Montserrat en Barcelona, y allí ocurrió la escena del hallazgo. La mayoría de los convalecientes eran mutilados de guerra, niños sin infancia ni juegos, de modo que Finisterre, inspirándose en el tenis de mesa, concibió la idea del futbolín en las Navidades de 1936.

Con la ayuda del carpintero vasco Francisco Javier Altuna, construyó la mesa y las figuras y, por consejo del líder anarquista Joan Busquets, patentó el invento en 1937. Pero una década más tarde, en el transcurso de su huida a Francia, la patente se perdió convertida en argamasa cuando cruzaba los Pirineos bajo una tormenta que duró diez días. En la mochila sólo llevaba el documento que le acreditaba como autor del futbolín, una lata de sardinas y dos obras de teatro: Helena y Del amor y la muerte. En 1948, instalado en París, supo que un compañero de hospital, Magí Muntaner, del POUM, había patentado también el futbolín en Perpiñán y que la carta que le escribiera a Finisterre para comunicárselo se había perdido. Curioso, cuando menos, tanto afán patentador. Muntaner murió en el maquis y la compañía que fabricaba el futbolín con su patente le terminó proporcionando a Finisterre el dinero del pasaje para la primera etapa de su largo exilio: Ecuador. Se recoge aquí la versión de los hechos que Finisterre le trasladó a Nuria Navarro en una entrevista publicada en El Periódico el 28 de mayo de 2004.

Jugadores fundidos

Era el futbolín original de Finisterre una caja de madera de pino que albergaba jugadores torneados en madera de boj, pero el que encontró popularizado al regresar a España en los años ‘60 lo componían, según sus propias palabras, “jugadores fundidos en un metal que había segado la vida de más de un español; algo tenían de soldaditos de plomo que pateaban aquellas bolas compactas como balas de cañón”.

Las pelotas originales eran de corcho aglomerado, más proclives a los efectos. Sugería divertido Finisterre que convendría buscar la patente en los Archivos de Salamanca, y lo hacía poco antes de comentar sus partidas de futbolín con el Che en el Centro Republicano Español de Guatemala y de relatar luego que, tras el golpe de Estado de Castillo Armas, quisieron deportarlo a Madrid en avión, pero amenazó con estrellar el aparato en pleno vuelo y se convirtió así en el primer secuestrador aéreo de la historia.

Leyenda

El singular género de las necrológicas encontró en la muerte de Alejandro Finisterre el punto de partida para la construcción de una leyenda. Pues, como él mismo previó, el titular que resumía su vida aludía de forma invariable a su condición de “inventor del futbolín”.

En los enmarañados debates que lo recuerdan, Finisterre es citado con aprecio por las generaciones que se criaron entre futbolines y billares, y las semblanzas de su trayectoria literaria –y su destacado papel en el exilio– se confunden con un anecdotario interminable.

También hay quien anda empeñado en recordar que existen patentes de fútbol mesa desde el año 1890, y un alemán de nombre Brotto Wachter o un suizo conocido como Mr. Kicker que le disputan la paternidad del asunto. Personajes secundarios, no obstante, de la narración que de sí mismo hizo Alejandro Finisterre, inventor del futbolín y de la historia que lo atestigua.

 

 
 
 
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