Un testimonio cristiano impactante: 17 días al borde de la muerte

Un testimonio cristiano impactante: 17 días al borde de la muerte

Después de aceptar la obra de Dios en los últimos días, aunque asistí a reuniones, mi corazón no estaba a menudo en ellas. En vez de eso, siempre estaba pensando en cómo hacer mucho dinero y vivir mi vida como un líder. Nunca traté la creencia en Dios seriamente. Sólo cuando me encontré a las puertas de la muerte tuve finalmente un despertar.

El poder de Dios

Septiembre es la mejor época para recoger castañas. Para aprovechar al máximo esta oportunidad de ganar dinero, una mañana llevé a mis dos hijos a la montaña para que me ayudaran en esa labor. Una vez en la montaña, subí a un castaño de más de nueve metros de altura y, de pie sobre una rama que colgaba a más de seis metros del suelo, golpeé vigorosamente al árbol con un palo de bambú para hacer que las castañas cayesen al suelo. Después de golpear el árbol durante una hora, de repente oí un chasquido e instantáneamente me di cuenta de que la rama sobre la que estaba parado se había roto. Pensé para mí mismo: Estoy perdido. Hay rocas a ambos lados y estacas de bambú rotas. Ya sea que caiga en las rocas o en las estacas de bambú, moriré… Mientras caía con la rama, me apresuré a pedirle a Dios que me salvara. Caí en un pedazo de tierra sin rocas ni estacas de bambú, pero mi cabeza golpeó la rama que se había roto, y fui golpeado por un estallido de dolor. Me costaba respirar y me sentía sofocado. Mi mano derecha comenzó a hincharse mucho y se entumeció. Lentamente, levanté mi mano y mi pierna izquierda y descubrí que todavía podía moverlas. Todo lo que pude oír en ese momento fue a mis dos hijos llorar y gritar: “¡Papá! Papá se ha caído del árbol…” Al escuchar los lamentos de mis hijos, quise responder, pero no pude emitir ningún sonido. Me apresuré a elevar una oración a Dios: “Oh Dios, ahora me he caído de un árbol y tengo miedo de morir. Me siento muy angustiado y débil. ¡Por favor, dame fe!” Después de orar, pensé en las palabras de Dios “¡Dios Todopoderoso es un médico lleno de poder! […] Si aún tienes aunque sea un aliento de vida, Dios no te dejará morir”. Sí, pensé. Dios es un Dios todopoderoso; Él gobierna sobre todas las cosas y controla los destinos de la humanidad. Debo tener fe en Dios, porque mi vida y mi muerte están en Sus manos. Si no es mi hora todavía, entonces Dios no me dejará morir si solo me queda un respiro… Las palabras de Dios me dieron esperanza y valor, y el temor que sentía en mi corazón se aplacó enormemente.

Entonces, mi familia me llevó al Hospital Popular del Condado. Después de examinarme, el médico vio que yo estaba en mal estado y me dijo que me trasladaría al hospital municipal. Aunque no podía hablar, mi mente aún estaba muy clara, y cuando me dijo esto, sentí mucho miedo y seguí clamando a Dios. Más tarde, mi familia me trasladó al hospital municipal. Para entonces, ya eran más de las cinco de la tarde. Después de conocer mi condición, el doctor dijo: “Este paciente fue herido a las diez de la mañana y ya son más de las cinco de la tarde. Está en estado crítico y no podemos tardar más. ¡Rápido, vayan y paguen la tarifa de hospitalización!”

Alrededor de una hora después, llegaron los resultados del examen. El médico los revisó y luego le dijo a mi esposa: “Su marido está en una condición muy crítica. Tiene sangrado en el cerebro, y una vez que la sangre se coagula y bloquea los vasos sanguíneos, podría morir en cualquier momento. También tiene una fisura delgada en las vértebras cervicales derechas, una luxación posterior del cuello y un fragmento de hueso roto en la parte posterior de su cráneo que está presionando un nervio importante. Si este fragmento de hueso se mueve un centímetro hacia abajo, su marido morirá”. El médico le pidió a mi esposa que firmara un formulario y le dijo: “Si quiere que sigamos tratándolo, entonces tendrá que firmar este formulario para demostrar que usted entiende la gravedad de la condición de su esposo…”. Sentí mucho dolor y desesperación cuando le oí decir esto. Si un vaso sanguíneo se bloqueara, entonces mi vida terminaría; nuestras vidas humanas son verdaderamente muy frágiles e insignificantes. Aunque yo estaba mal, si no hubiera sido por la maravillosa protección de Dios ese día, entonces habría muerto allí mismo bajo ese árbol. Al pensar en esto, y con sentimientos de gratitud y autorreproche, le dije una oración a Dios: “¡Oh, Dios! Aunque creo en Ti, no te conozco. Cada vez que asistí a las reuniones, mi corazón no estaba allí, y cada vez que leía Tus palabras, me limitaba a cumplir con las formalidades y les daba una lectura superficial, y en vez de eso solo pensaba en cómo hacer dinero. Hoy caí de un árbol muy alto y no morí, todo por Tu gran protección. No me trataste de acuerdo a mi rebeldía, sino que me salvaste con un corazón misericordioso y perdonador, dándome la oportunidad de arrepentirme. ¡Oh Dios! Me has dado mi vida, y ya sea que viva o muera, la pongo en Tus manos. Deseo someterme a tus arreglos”.

Una vez que fui admitido en el hospital, el médico me insertó un tubo de goteo que me ayudaría a detener el sangrado y a nutrir mi cuerpo al mismo tiempo. Esa primera noche, la sangre que se coagulaba en mi cerebro salió de mi boca, y usé diez rollos de papel higiénico en una sola noche. El día siguiente fue el Día Nacional de China y el médico que me atendía se tomó tres días de vacaciones. Durante estos tres días, la sangre siguió saliendo de mi boca. Al cuarto día, el médico vino de nuevo a examinarme. Las pruebas mostraron que aún tenía sangrado en el cerebro, y él me dijo que yo aún no estaba fuera de peligro. Me examinó otra vez una semana después del accidente. Cuando miró los resultados, sacudió la cabeza y dijo: “Te hemos dado los medicamentos que deberías tomar, pero aún no hemos podido detener el sangrado en tu cerebro. Todavía estás en estado crítico. Los otros médicos que te atienden y yo hemos estado discutiendo tu caso y no hay nada más que podamos hacer por ti. Tu mejor opción es que te transfieran a otro hospital”. Mientras escuchaba lo que el doctor decía, mi esposa no sabía qué hacer para que yo mejorara. Tenía miedo de que me muriera, así que exigió al médico que me operara. El doctor dijo: “Su marido no puede ser operado en este momento. Su cabeza es como una cáscara de huevo rota. Todo lo que podemos hacer es ponerle inyecciones para detener la hemorragia y nutrir su cuerpo. Operarlo sería demasiado peligroso”. Las palabras del doctor vinieron como un rayo desde la nada. Había pasado una semana y aun así yo no estaba fuera de peligro. ¿Podría ser posible que no me curara? ¿Es así como dejaría este mundo? Pero luego pensé en todo lo que había sucedido desde el accidente. Había pasado una semana y los médicos me habían dicho muchas veces que yo estaba en estado crítico y que podía morir en cualquier momento. Y, sin embargo, había llegado hasta aquí y aún no estaba muerto, ¿no había presenciado ya el gran poder de Dios? En ese momento, me di cuenta de la poca fe que tenía en Dios. El hecho de que yo viviera o muriera no dependía de los médicos, sino de Dios. Como dicen las palabras de Dios: “Desde hoy, permitiré que todas las personas empiecen a conocerme a Mí, el único Dios verdadero que lo creó todo, […] quien controla y dispone todas las cosas, el Rey que está a cargo del reino, Dios mismo, quien dirige el cosmos; más aún, el Dios que controla la vida y la muerte de los seres humanos, quien tiene la llave del Hades”. Sí, pensé. Dios estaba a cargo de mi vida y de mi muerte, y a menos que Dios lo permitiera, no perdería mi vida sin importar el peligro que corriera. En ese momento, mi fe en Dios aumentó un poco. Sin importar lo que pasara, yo quería recurrir a Dios y buscarlo.

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Un testimonio cristiano impactante: 17 días al borde de la muerteultima modifica: 2020-04-18T21:18:05+02:00da alabaradios