Documental completo en español latino | Aquel que tiene la soberanía sobre todas las cosas

Documental completo en español latino | Aquel que tiene la soberanía sobre todas las cosas

A lo largo y ancho del inabarcable universo, todos los cuerpos celestes se mueven con precisión en sus respectivas órbitas. Bajo los cielos, todos los montes, ríos y lagos están delimitados y todas las criaturas viven y se reproducen durante las cuatro estaciones de conformidad con las leyes de la vida… Todo esto tiene un diseño extremadamente exquisito; ¿existe un Todopoderoso que lo gobierna y dispone? Desde que venimos llorando a este mundo comenzamos a desempeñar distintos papeles en la vida. Pasamos del nacimiento a la vejez, la enfermedad y la muerte, nos movemos entre el gozo y la tristeza… Realmente, ¿de dónde viene la humanidad y adónde iremos? ¿Quién gobierna nuestros destinos? Desde la Antigüedad hasta la actualidad se han levantado grandes naciones, han ido y venido las dinastías, países y pueblos han florecido y perecido con los vientos de la historia… Al igual que las leyes de la naturaleza, las leyes del desarrollo humano encierran infinitos misterios. ¿Quieres conocer la respuesta a ellos? ¡El documental “Aquel que tiene la soberanía sobre todas las cosas” te guiará hasta la raíz de estos misterios para poder desvelarlos!

Fuente: Relámpago Oriental

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El matrimonio: la cuarta coyuntura

 Palabras diarias de Dios  | El matrimonio: la cuarta coyuntura

Cuando uno se hace mayor y madura, se distancia más de sus padres y el entorno en el que nació y fue criado, y comienza a buscar una dirección para su vida y a perseguir sus propias metas vitales con una forma de vida diferente a la de sus padres. Durante este tiempo uno ya no necesita a sus padres, sino más bien un compañero o una compañera con quien pasar la vida: un cónyuge, una persona con la que el destino de uno está íntimamente entrelazado. De esta forma, el primer acontecimiento importante que uno afronta después de la independencia es el matrimonio, la cuarta coyuntura por la que uno debe pasar.

El matrimonio es un acontecimiento fundamental en la vida de cualquier persona; es el momento en el que uno comienza a asumir realmente diversos tipos de responsabilidades y a cumplir diversos tipos de misiones. Las personas albergan muchas ilusiones sobre el matrimonio antes de experimentarlo por sí mismas, y todas ellas son hermosas. Las mujeres imaginan que sus medias naranjas serán el Príncipe Azul, y los hombres imaginan que se casarán con Blancanieves. Estas fantasías muestran que cada persona tiene ciertos requisitos para el matrimonio, su propia serie de exigencias y estándares. Aunque en esta era malvada las personas son constantemente bombardeadas con mensajes distorsionados sobre el matrimonio, que crean aún más requisitos adicionales y les dan todo tipo de bagaje y extrañas actitudes, cualquier persona que lo haya experimentado sabe que no importa cómo uno lo entienda ni cuál sea su actitud al respecto: el matrimonio no es un asunto de elección individual.

Uno se encuentra con muchas personas en su vida, pero no sabe quién será su compañero o compañera en el matrimonio. Aunque todos tienen sus propias ideas y posturas personales en este asunto, nadie puede prever quién será finalmente su media naranja real, y las nociones que uno pueda tener cuentan poco. Después de conocer a una persona que te gusta, puedes mostrar interés por ella; pero si este interés es recíproco o no, si puede llegar a ser tu pareja, no te toca a ti decidirlo. El objeto de tus afectos no es necesariamente la persona con la que podrás compartir tu vida; y, entretanto, alguien que nunca esperabas entra silenciosamente en tu vida y se convierte en tu pareja, pasa a ser el elemento más importante en tu destino, tu otra mitad, alguien a quien tu destino está inextricablemente vinculado. Y así, aunque hay millones de matrimonios en el mundo, cada uno de ellos es diferente: cuántos matrimonios son poco satisfactorios, cuántos son felices; cuántos abarcan el Oriente y el Occidente, cuántos el Norte y el Sur; cuántos son uniones perfectas, cuántos son de un mismo rango; cuántos son felices y armoniosos, cuántos son dolorosos y tristes; cuántos son la envidia de los demás, cuántos son incomprendidos y desaprobados; cuántos están llenos de alegría, cuántos están inundados de lágrimas y provocan desesperación… En esta miríada de matrimonios, los humanos muestran lealtad y un compromiso vitalicio en el matrimonio, o amor, apego, e inseparabilidad, o resignación e incomprensión, o traición, incluso odio. Tanto si el matrimonio en sí trae felicidad como dolor, la misión de cada uno dentro del mismo está predestinada por el Creador y no cambiará; cada uno debe cumplirla. Y el destino individual que se encuentra detrás de cada matrimonio es inmutable; el Creador lo predestinó con mucha antelación.

El matrimonio es una importante coyuntura en la vida de una persona. Es el producto de su destino, un vínculo crucial en el mismo; no se fundamenta en la voluntad o las preferencias individuales de cualquier persona, y no está influenciado por ningún factor externo, sino que está determinado totalmente por los destinos de las dos partes, por los arreglos y las predeterminaciones del Creador relativos a los destinos de la pareja. En su superficie, el propósito del matrimonio es continuar la raza humana, pero en realidad el matrimonio no es otra cosa que un ritual por el que uno pasa en el proceso de cumplir su misión. Los papeles que las personas desempeñan en el matrimonio no son simplemente los de criar a la siguiente generación; son los diversos roles que uno asume y las misiones que uno debe cumplir en el curso de mantener un matrimonio. Así como el nacimiento de uno influye en el cambio de las personas, los acontecimientos y las cosas a su alrededor, su matrimonio también los afectará y, además, los transformará de diversas formas distintas.

Cuando uno pasa a ser independiente, comienza su propio viaje en la vida, que le lleva paso a paso hacia las personas, los acontecimientos y las cosas relacionadas con su matrimonio; y, al mismo tiempo, la otra persona que formará ese matrimonio se está acercando, paso a paso, a esas mismas personas, acontecimientos y cosas. Bajo la soberanía del Creador, dos personas sin relación que comparten un destino relacionado entran gradualmente en el matrimonio y pasan a ser, milagrosamente, una familia, “dos langostas agarrándose a la misma cuerda”. Por tanto, cuando uno entra en el matrimonio, su viaje en la vida influirá y tocará a la otra mitad y, de igual forma, el viaje en la vida del compañero o la compañera influirá y tocará el destino en la vida de uno. En otras palabras, los destinos humanos están interconectados, y nadie puede cumplir su misión en la vida o desempeñar su papel de forma completamente independiente de los demás. El nacimiento de uno tiene influencia en una inmensa cadena de relaciones; el crecimiento también implica una compleja cadena de relaciones; y, de forma parecida, un matrimonio existe y se mantiene inevitablemente en una vasta y compleja red de relaciones humanas, implicando a cada miembro e influenciando el destino de todo aquel que forma parte de la misma. Un matrimonio no es el producto de las familias de ambos miembros, las circunstancias en las que crecieron, sus aspectos, sus edades, sus cualidades, sus talentos ni cualquier otro factor; más bien, surge de una misión compartida y un destino relacionado. Este es el origen del matrimonio, un producto del destino humano orquestado y organizado por el Creador.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne

Palabras diarias de Dios | La independencia: la tercera coyuntura

Palabraps diarias de Dios | La independencia: la tercera coyuntura

Después de que una persona haya pasado por la niñez y la adolescencia, y llegue a la madurez gradual e inevitablemente, el siguiente paso para ella es despedirse por completo a su juventud, decir adiós a sus padres y afrontar el camino que tiene por delante como un adulto independiente. En este punto,[a] debe hacer frente a todas las personas, acontecimientos y cosas que un adulto debe afrontar, a todos los eslabones de la cadena de su destino. Esta es la tercera coyuntura por la que una persona debe pasar.

1. Después de volverse independiente, la persona ewmpieza a experimentar la soberanía del Creador

Si el nacimiento y el crecimiento de una persona son el “período preparatorio” para su viaje en la vida, y coloca la piedra angular de su destino, su independencia es entonces el monólogo inicial de su destino en la vida. Si el nacimiento y el crecimiento de una persona son la riqueza que esta ha amasado para su destino en la vida, su independencia es cuando empieza a gastar esa riqueza o a aumentarla. Cuando uno deja a sus padres y pasa a ser independiente, las condiciones sociales a las que se enfrenta y el tipo de trabajo y profesión disponibles para él son decretados por el destino y no tienen nada que ver con sus progenitores. Algunas personas eligen una buena especialidad en la universidad y acaban encontrando un trabajo satisfactorio después de la graduación, dando una primera zancada triunfante en el viaje de su vida. Algunas personas aprenden y perfeccionan muchas habilidades distintas, pero nunca encuentran un trabajo adecuado para ellas o que se adapte a su posición, y mucho menos tienen una carrera; al principio del viaje de su vida se ven frustradas a cada paso, asediadas por los problemas, con sus perspectivas ensombrecidas y la vida incierta. Algunas personas se aplican diligentemente en sus estudios, pero se pierden por poco todas las oportunidades de recibir una mejor educación, y parecen destinadas a no conseguir nunca el éxito y a ver cómo sus primeras aspiraciones en el viaje de la vida se esfuman. Sin saber[b] si el camino por delante es liso o pedregoso, sienten por primera vez lo lleno de variables que está el destino humano, y contemplan la vida con esperanza y temor. A pesar de no tener una educación demasiado buena, algunos escriben libros y consiguen algo de fama; algunos, aunque casi analfabetos, hacen dinero en los negocios y son por tanto capaces de sustentarse por sí solos… Qué ocupación elegir, cómo ganarse la vida: ¿tienen las personas algún control sobre la toma de buenas o malas decisiones? ¿Son estas acordes con sus deseos y decisiones? La mayoría de las personas desea poder trabajar menos y ganar más, no trabajar al sol ni bajo la lluvia, vestir bien, resplandecer y brillar en todas partes, estar por encima de los demás y honrar a sus ancestros. Los deseos de las personas son

tan perfectos; pero cuando dan sus primeros pasos en el viaje de su vida, llegan a darse cuenta poco a poco de lo imperfecto que es el destino humano, y por primera vez comprenden realmente la realidad de que, aunque uno pueda hacer planes atrevidos para su futuro, aunque pueda albergar audaces fantasías, nadie tiene la capacidad ni el poder para materializar sus propios sueños, nadie está en posición de controlar su propio futuro. Siempre habrá alguna distancia entre los sueños y las realidades a las que se debe hacer frente; las cosas nunca son como a uno le gustaría que fuesen, y frente a tales realidades las personas no pueden conseguir satisfacción ni contentamiento. Algunas personas llegarán incluso hasta un punto inimaginable, realizarán grandes esfuerzos y sacrificios por el bien de su sustento y futuro, intentando cambiar su propio destino. Pero al final, aunque puedan materializar sus sueños y sus deseos a través de su propio trabajo duro, nunca pueden cambiar su destino. Por muy obstinadamente que lo intenten nunca podrán superar lo que el destino les ha asignado. Independientemente de las diferencias de capacidades, el coeficiente intelectual y la fuerza de voluntad, las personas son todas iguales ante el destino, que no hace distinción entre grandes y pequeños, altos y bajos, eminentes y humildes. A qué ocupación se dedica uno, qué se hace para vivir y cuánta riqueza se amasa en la vida es algo que no deciden los padres, los talentos, los esfuerzos ni las ambiciones propias: es el Creador quien lo predestina.

2. Dejar a los padres y comenzar en serio a desempeñar el papel propio en el teatro de la vida

Cuando uno alcanza la madurez, puede dejar a sus padres y desenvolverse por sí mismo. Es en ese momento cuando uno comienza a desempeñar su propio papel, cuando la misión de uno en la vida deja de ser brumosa y se va volviendo cada vez más clara. Nominalmente uno sigue estrechamente vinculado a sus padres, pero como su misión y el papel que desempeña en la vida no tienen nada que ver con su padre y su madre, en realidad ese vínculo íntimo se rompe lentamente conforme la persona se va independizando gradualmente. Desde una perspectiva biológica, las personas siguen sin poder evitar depender de sus padres subconscientemente, pero hablando de forma objetiva, una vez que han crecido han separado totalmente su vida de sus padres, y llevarán a cabo los roles que asuman de forma independiente. Además del nacimiento y la crianza, la responsabilidad de los padres en la vida de un niño es simplemente proveerle un entorno formal para que crezca en él, porque nada excepto la predestinación del Creador tiene influencia sobre el destino de la persona. Nadie puede controlar qué clase de futuro tendrá una persona; se ha predeterminado con mucha antelación, y ni siquiera los padres de uno pueden cambiar su destino. En lo que respecta a este, todo el mundo es independiente, y tiene el suyo propio. Por tanto, los padres no pueden evitar el destino de uno ni ejercer la más mínima influencia sobre el papel que uno desempeña en la vida. Podría decirse que la familia en la que uno está destinado a nacer, y el entorno en el que crece, no son nada más que las condiciones previas para cumplir su misión en la vida. No determinan en modo alguno el destino de la persona en la vida ni la clase de destino en el que cumplirá su misión. Y, por tanto, los padres no pueden ayudarle en el cumplimiento de su misión ni tampoco puede ningún familiar ayudarle a asumir su papel en la vida. Cómo cumple uno su misión y en qué tipo de entorno desempeña su papel viene determinado por su destino de uno en la vida. En otras palabras, ninguna otra condición objetiva puede influenciar la misión de una persona, que es predestinada por el Creador. Todas las personas maduran en su entorno de crecimiento particular, y después poco a poco, paso a paso, emprenden sus propios caminos en la vida, cumplen los destinos planeados para ellas por el Creador, de manera natural; y entran involuntariamente en el inmenso mar de la humanidad y asumen sus propios puestos en la vida, donde comienzan a cumplir con sus responsabilidades como seres creados por causa de la predestinación y la soberanía del Creador.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne

El crecimiento: la segunda coyuntura

 Palabras diarias de Dios | El crecimiento: la segunda coyuntura

Dependiendo de la clase de familia donde hayan nacido, las personas crecen en diferentes entornos familiares y aprenden diferentes lecciones de sus padres. Esto determina las condiciones en las cuales una persona llega a la edad adulta, y el crecimiento[a] representa la segunda coyuntura crítica de la vida de una persona. Sobra decir que las personas tampoco tienen elección en esta coyuntura. También es algo fijado, organizado de antemano.

Una persona no puede elegir las personas o los factores bajo cuya edificación e influencia crece. Uno no puede escoger qué conocimiento o habilidades adquiere, qué hábitos forma. Uno no tiene nada que decir respecto a quienes sean sus padres o familiares, en qué tipo de entorno crece; las relaciones de uno con las personas, los acontecimientos y las cosas a su alrededor, y cómo influyen estas en su desarrollo, están todos más allá de su control. ¿Quién decide entonces estas cosas? ¿Quién las organiza? Como las personas no tienen elección en el asunto, como no pueden decidir estas cosas por sí mismas, y como obviamente no se forman de manera natural, no hace falta decir que la formación de todo esto queda en las manos del Creador. Del mismo modo que Él organiza las circunstancias particulares del nacimiento de cada persona, también dispone las circunstancias específicas bajo las cuales crece; no es necesario decirlo. Si el nacimiento de una persona produce cambios en las personas, los acontecimientos y las cosas a su alrededor, entonces el crecimiento y el desarrollo de esa persona también le afectará necesariamente. Por ejemplo, algunas personas nacen en familias pobres, pero crecen rodeadas de riquezas; otras nacen en familias acaudaladas, pero provocan que la fortuna de su familia disminuya hasta el punto de crecer en un entorno de pobreza. Ningún nacimiento está gobernado por una regla fija, y nadie crece bajo una serie inevitable y fija de circunstancias. Estas no son cosas que una persona pueda imaginar o controlar; son productos del destino de uno, y están determinadas por este. Por supuesto, el balance final es que el Creador las ha predestinado para el destino de una persona, están determinadas por la soberanía del Creador sobre el destino de esa persona y Sus planes para este.

Las circunstancias del nacimiento de una persona establecen, en un nivel básico, el entorno y las circunstancias en las que crece, y estas son del mismo modo un producto de las circunstancias de su nacimiento. Durante este tiempo, se empieza a aprender el lenguaje, y la mente comienza a encontrar y asimilar muchas cosas nuevas; en este proceso se crece constantemente. Las cosas que una persona oye con sus oídos, ve con sus ojos y asimila con su mente enriquecen y animan gradualmente su mundo interior. Las personas, los acontecimientos y las cosas con los que uno entra en contacto, el sentido común, el conocimiento y las habilidades que uno aprende, así como las formas de pensar que influyen en uno, que se le han inculcado o enseñado, guiarán e influirán el destino de una persona en la vida. El lenguaje que uno aprende cuando crece y la forma de pensar son inseparables del entorno en el que uno pasa su juventud, y este se compone de padres, hermanos y otras personas, acontecimientos y cosas a su alrededor. Por tanto, el curso del desarrollo de una persona queda determinado por el entorno en el que crece, y también depende de las personas, los acontecimientos y las cosas con las que entra en contacto durante ese período de tiempo. Ya que las condiciones bajo las que una persona crece son predestinadas con mucha antelación, el entorno en el que uno vive durante este proceso también está, por supuesto, predeterminado. No se decide por las elecciones y preferencias personales, sino de acuerdo con los planes del Creador, está determinado por Sus disposiciones cuidadosas, por Su soberanía sobre el destino de la persona en la vida. Así pues, las personas que cualquier individuo encuentra en el curso de su crecimiento, y las cosas con las que entra en contacto, están todas inevitablemente conectadas con la orquestación y el arreglo del Creador. Las personas no pueden prever estos tipos de interrelaciones complejas ni controlarlas, ni entenderlas. Muchas cosas y personas diferentes tienen influencia sobre el entorno en el que una persona crece, y ningún ser humano es capaz de organizar y orquestar una red tan inmensa de conexiones. Ninguna persona o cosa, excepto el Creador, puede controlar la aparición, la presencia y la desaparición de todas las diversas personas, acontecimientos y cosas, y es precisamente esa inmensa red de conexiones la que da forma al desarrollo de una persona tal como el Creador lo haya predestinado y la que forma los diversos entornos en los que crecen las personas, y crea los diversos roles necesarios para la obra de gestión del Creador, estableciendo unos fundamentos sólidos y fuertes para que las personas cumplan con éxito sus misiones.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne

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El nacimiento: la primera coyuntura

El lugar de nacimiento de una persona, la familia en que nace, su género, su aspecto y el momento de su nacimiento son los detalles de la primera coyuntura de la vida de una persona.

Nadie tiene elección en estas partes de esta coyuntura; el Creador las ha predestinado desde mucho antes. No están influenciadas en modo alguno por el entorno externo, y ningún factor producido por el hombre puede alterar estas realidades que el Creador ha predeterminado. Que una persona nazca significa que Él ya ha cumplido el primer paso del destino que Él mismo ha organizado para esa persona. Como Él ha predeterminado todos estos detalles con mucha antelación, nadie tiene el poder de modificar ninguno de ellos. Independientemente del destino subsiguiente de una persona, las condiciones de su nacimiento están predestinadas y permanecen como están; no están influenciadas de ninguna manera por el destino propio en la vida ni afectan en modo alguno la soberanía del Creador sobre este.

¿Qué detalles de la primera coyuntura —el lugar de nacimiento, la familia, el género, el aspecto físico, el momento del nacimiento— puede una persona elegir? Obviamente, el nacimiento es un acontecimiento pasivo: uno nace involuntariamente, en cierto lugar, en cierto momento, en cierta familia, con cierto aspecto físico; pasa a ser involuntariamente miembro de una familia, hereda un cierto árbol genealógico. En esta primera coyuntura de la vida no tiene elección, pues nace en un entorno fijado según los planes del Creador, en una familia específica, con un género y un aspecto específicos, y en un momento específico íntimamente vinculado con la trayectoria vital de una persona. ¿Qué puede hacer un ser humano en esta coyuntura crítica? Como se ha dicho, no puede escoger ninguno de estos detalles relativos a su nacimiento. De no ser por la predestinación del Creador y Su dirección, una vida recién nacida en este mundo no sabría adónde ir ni dónde quedarse; no tendría relaciones, no pertenecería a ningún lugar, no poseería un hogar real. Pero, debido a las disposiciones meticulosas del Creador, inicia el viaje de su vida con un lugar donde quedarse, unos padres, un entorno al que pertenece y familiares. A lo largo de este proceso, la llegada de esta nueva vida queda determinada por los planes del Creador, y todo lo que llegará a poseer le será concedido por Él. De un cuerpo que flota libre sin nada a su nombre, se convierte gradualmente en un ser humano de carne y hueso, visible, tangible, en una de las creaciones de Dios, que piensa, respira y siente el calor y el frío; que puede participar en todas las actividades habituales de un ser creado en el mundo material y que pasará por todas las cosas que un ser humano creado debe experimentar en la vida. La predeterminación del nacimiento de una persona por el Creador significa que Él le concederá todas las cosas necesarias para sobrevivir; y que una persona nazca significa, de igual forma, que recibirá de Él todo lo necesario para la supervivencia, que desde ese momento en adelante vivirá en otra forma, provista por el Creador y sujeta a Su soberanía.

A las personas les gusta imaginar con frecuencia que, si naciesen otra vez, lo harían en una familia ilustre; si fuesen mujeres, se parecerían a Blancanieves y todo el mundo las querría; y si fuesen hombres, serían el Príncipe Azul, a quien no le falta de nada, con todo el mundo pendiente de sus deseos. Algunos tienen a menudo muchas ilusiones respecto a su nacimiento y suelen estar insatisfechos con él, resentidos con su familia, con su aspecto, con su género y hasta con el momento de su nacimiento. Pero las personas nunca entienden por qué han nacido en una familia particular o por qué tienen cierto aspecto. No saben que, independientemente de dónde hayan nacido o del aspecto que tengan, deben desempeñar diversos roles y cumplir diferentes misiones en la gestión del Creador; este propósito nunca cambiará. A Sus ojos, el lugar de nacimiento, el género y el aspecto físico son, todos ellos, cosas temporales. Son una serie de minúsculas marcas, pequeños símbolos en cada fase de Su gestión de toda la humanidad. Y el destino y el final reales de una persona no están determinados por su nacimiento en ninguna de sus fases particulares, sino por la misión que él o ella cumple en su vida, por el juicio del Creador sobre ellos cuando Su plan de gestión se complete.

Se dice que existe una causa para cada efecto, que ningún efecto carece de causa. Por tanto, un nacimiento está necesariamente vinculado tanto a la vida propia presente como a la anterior. Si la muerte de una persona acaba con su tiempo de vida actual, su nacimiento es el comienzo de un nuevo ciclo; si un viejo ciclo representa la vida anterior de una persona, el nuevo ciclo es, naturalmente, su vida presente. Dado que el nacimiento está conectado con su vida pasada y con la presente, la ubicación, la familia, el género, el aspecto y otros factores semejantes que están asociados con el nacimiento de la persona, están todos necesariamente relacionados con ellas. Esto significa que los factores del nacimiento de una persona no sólo están influenciados por la vida anterior de esta, sino determinados por su destino en la vida presente. Esto explica la variedad de circunstancias diferentes en las que nacen las personas: unas nacen en familias pobres y otras en familias ricas. Unas son de origen común, otras tienen un linaje ilustre. Unas nacen en el sur, otras en el norte. Unas nacen en el desierto, otras en tierras verdes. El nacimiento de unas personas viene acompañado por vítores, risas y celebraciones; el de otras trae lágrimas, calamidad y aflicción. Unos nacen para ser apreciados, otros para ser dejados de lado como la mala hierba. Unos nacen con rasgos bellos, otros con defectos. Unos son agradables a la vista, otros son feos. Unos nacen a medianoche, otros bajo el brillo del sol del mediodía… El nacimiento de personas de todo tipo está determinado por el destino que el Creador tiene guardado para ellas; su nacimiento determina su destino en la vida presente, así como los papeles que desempeñará y las misiones que cumplirá. Todo esto está sujeto a la soberanía del Creador, predestinado por Él; nadie puede escapar de su suerte predestinada, nadie puede cambiar las circunstancias de[a] su nacimiento y nadie puede elegir su propio destino.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne

Nota al pie:

a. El texto original no contiene la frase “las circunstancias de”,

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